(Cotidianos roces con los rincones oscuros
que guardan con recelo momentos,
sensaciones y olores.)
Rincones que tienen alma.
Alma de almas unidas en momentos únicos:
huellas perennes en el corazón.
Un divague de ideas repetidas
conduce a Roma,
una Roma a sabiendas imperfecta.
Sensaciones exageradas por la distancia.
Sutiles, impunes mentiras
con las que construir un paraíso perdido.
O mejor: desconocido.
Las palabras de siempre,
de sobra.
Que nunca logran completar los espacios vacíos
en botellas llenas del hielo más ruin.
Muchas son las formas que toma el ansiado desahogo.
Pocos sus resultados.
Pero afanosamente se recoge arena de aquella playa abandonada
donde inocentes casi niños
juegan a no verse.
Y el mar surge borrascoso,
poco honesto y cosquilloso.
Y la playa atormentada por sus propias inclemencias
lo recibe acalorada, acorralada.
Muchos son los faros que esta playa necesita
para nunca perderse en aquellos oscuros sitios
donde conviven el recuerdo,
la añoranza y el rechazo.
Y en esta playa solitaria
todos los días canta una gaviota esperanzada.
Vuela por un camino que no quiere ser errante,
pero siempre amenazada por un tigre agazapado.
Lucha contra la cobardía
y la monotonía.
¡Arriba la polifonía,
y la perfecta armonía!
Quizá si levanta la cabeza
y enfila hacia adelante
encuentre el rumbo que la lleve
a un lindo puerto bien iluminado.
Donde anclar su pensamiento
en dos ideas no vanas.
Donde el buscado horizonte
le desgaste la mirada.
que guardan con recelo momentos,
sensaciones y olores.)
Rincones que tienen alma.
Alma de almas unidas en momentos únicos:
huellas perennes en el corazón.
Un divague de ideas repetidas
conduce a Roma,
una Roma a sabiendas imperfecta.
Sensaciones exageradas por la distancia.
Sutiles, impunes mentiras
con las que construir un paraíso perdido.
O mejor: desconocido.
Las palabras de siempre,
de sobra.
Que nunca logran completar los espacios vacíos
en botellas llenas del hielo más ruin.
Muchas son las formas que toma el ansiado desahogo.
Pocos sus resultados.
Pero afanosamente se recoge arena de aquella playa abandonada
donde inocentes casi niños
juegan a no verse.
Y el mar surge borrascoso,
poco honesto y cosquilloso.
Y la playa atormentada por sus propias inclemencias
lo recibe acalorada, acorralada.
Muchos son los faros que esta playa necesita
para nunca perderse en aquellos oscuros sitios
donde conviven el recuerdo,
la añoranza y el rechazo.
Y en esta playa solitaria
todos los días canta una gaviota esperanzada.
Vuela por un camino que no quiere ser errante,
pero siempre amenazada por un tigre agazapado.
Lucha contra la cobardía
y la monotonía.
¡Arriba la polifonía,
y la perfecta armonía!
Quizá si levanta la cabeza
y enfila hacia adelante
encuentre el rumbo que la lleve
a un lindo puerto bien iluminado.
Donde anclar su pensamiento
en dos ideas no vanas.
Donde el buscado horizonte
le desgaste la mirada.
te conozco?
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